Tuesday, September 19, 2006

La agonía del Franquismo; la muerte de Carrero Blanco

La agonía del franquismo; el fallecimiento de Luís Carrero Blanco.

A principios de la década de los setenta, el régimen franquista se veía sumido en una grave crisis. El escándalo Matesa; contrariedades sucesorias, puesto que la nieta de Franco se caso con el sobrino de Don Juan (Alfonso de Borbón); se desacreditó a los ministros del Opus y a Fraga. Para colmo, en 1973 ETA asesinaba a Carrero Blanco y desestabilizaba un gobierno cada vez más débil.

El escándalo Matesa, fue un fraude financiero que sacudió la España franquista en verano de 1969. Juan Vilá Reyes, considerado uno de los empresarios ejemplares de esa época, fue el protagonista, y arrastró a personas relacionadas con el mismo gobierno. Vilá era el inventor del telar sin lanzadera, Iwer, y fue presentado como empresario modelo por su juventud, talento y éxitos.

El fraude consistía en una deuda de cerca de diez mil millones de pesetas con un banco público por parte de Vilá Reyes. Fue un caso excepcional en la historia del franquismo, y durante unos meses, la prensa trató el asunto con total libertad. Se creó una comisión de investigación en las Cortes, que propició conclusiones muy duras para cuatro ministros, entre ellos Fraga Iribarne, el hasta hace poco presidente gallego, y que tenía la cartera de Información y Turismo entonces. Salvo Manuel Fraga, los demás ministros fueron encausados por negligencia por el Tribunal Supremo. También se analizó en dicho informe el tratamiento público que se le dio al caso por un periódico.

Otro de los temas que fue objeto de toda clase de especulaciones, fue el tema de la sucesión del generalísimo. La nieta de Franco, Carmen Martínez-Bordiú, había contraído matrimonio con Alfonso de Borbón. Eso hizo especular que Franco cambiara su decisión de ver en Don Juan Carlos de Borbón el sucesor, en la jefatura del Estado a título de rey, en favor del marido de su nieta. Toda clase de conspiraciones en palacio habían sido provocadas por esta situación para tratar de sustituir al sucesor por el nuevo pariente de Franco. Además, Alfonso de Borbón había recibido de Franco el ducado de Cádiz con tratamiento de alteza real.

Los ministros del Opus y el presidente del gobierno, Carrero Blanco, apoyaban a Juan Carlos como sucesor. Por el contrario, un sector de la Falange enfrentada a estos ministros, pugnaba por desacreditar la figura del príncipe, al que acusaban de haber roto los vínculos con su padre (que era el aspirante legítimo al trono). Franco, ya entonces muy influenciable, era también presionado por su esposa para designar a don Alfonso (que se hacía llamar a si mismo príncipe, contra todo derecho). Esto perpetuaría dinásticamente el poder del dictador.

Sin embargo, el golpe más fuerte al régimen sucedió en 1973. Se podría decir que fue el comienzo del fin, ya que el entonces presidente del gobierno, Carrero Blanco fue asesinado por la banda terrorista ETA.

Era diciembre y la opinión pública se mostraba muy preocupada; diversas explosiones de gas atemorizaban a la población. El año anterior, en Barcelona una explosión había causado 18 fallecidos. Y el día 20 de ese mes, otra explosión tenía lugar en la calle Claudio Coello de Madrid.

También ese día, el sumario 1001 (un juicio contra los sindicalistas) iba a tener lugar en la capital de España. Pero antes, en torno a las nueve de la mañana, el almirante Carrero Blanco había asistido a la misa en la iglesia de San Francisco de Borja en Madrid, como cada hacía cada día. Volvía por la calle Claudio Coello, pero no todo sucedió como estaba previsto. Un minucioso plan, estudiado al máximo por la banda terrorista ETA, hacia saltar por los aires el vehículo en el que viajaba el presidente del gobierno. Los terroristas habían comprado un semisótano en esa misma calle, y habían hecho un túnel hasta el centro de la calzada donde pusieron aproximadamente 100 kilos de goma-2 que hicieron explosionar el coche del almirante. Esto provocó su muerte inmediata y la de dos personas más, y el vehículo fue proyectado hacia arriba a una altura tal que pasó por encima del edificio hasta caer en el patio interior, tal como se puede observar en la fotografía.

A las diez y media de la mañana, por Madrid ya corría de boca en boca la noticia: Habían matado a Carrero Blanco. Sin embargo, toda clase de habladurías y especulaciones se apoderaban de la ciudad. Se habló de un golpe de Estado, de que el asesinado era el gobernador civil de Valladolid… pero aún nada estaba confirmado. El gobierno, seguía en silencio. Aún así, el líder de la oposición democrática (y ex-ministro franquista) Joaquín Ruiz Jiménez solicitó el aplazamiento del juicio a los procesados en el sumario 1001. El vicepresidente del gobierno, Torcuato Fernández-Miranda, acudió a El Pardo para comunicarle a Franco los resultados de las investigaciones: una bomba colocada bajo el pavimento había estallado y había provocado la muerte de su mano derecha. A todo esto, el teniente general Iniesta Cano (conocido por sus tendencias ultraderechistas) cursó una orden de alerta a los más de setenta mil integrantes del cuerpo. La tensión era indescriptible.

Luís Carrero Blanco era considerado la pieza clave del franquismo, y en muchos casos más importante que el mismísimo dictador. El deterioro de Francisco Franco era cada vez más evidente, y el presidente del gobierno tenía un peso muy importante en el país. A su muerte, un alud de interrogantes caían sobre la sociedad española.

A las siete horas del suceso, por fin el gobierno se pronunciaba oficialmente. El ministro de Información leía un comunicado escueto en el que se limitaba a decir que el presidente había muerto. Así mismo, declaraba tres días de luto oficial y el pésame a las víctimas. Pero no dio ni una sola palabra sobre quienes podían ser los autores del asesinato ya que el gobierno aún no tenía esa información. Al caer la tarde, se dieron los detalles del atentado, y salía a la luz el ingenioso plan diseñado por los asesinos. Pero no había aún reivindicación, por lo que se alimentaban las especulaciones sobre la autoría de los hechos.

A las once de la noche de ese día 20, Radio Paris interrumpía sus emisiones para leer un comunicado de ETA en el que se confesaban autores de la acción. Habían esperado más de doce horas hasta que los integrantes del comando Txikia se encontraban a salvo.

Con el avance de las investigaciones, fueron acusados de aquel asesinato los etarras José Ignacio Abaitua Gomeza "Marquín", José Miguel Beñarán Ordeñara "Argala", Pedro Ignacio Pérez Beotegui "Wilson", Javier María Larreategui Cuadra "Atxulo", José Antonio Urruticoechea Bengoechea "Josu" y Juan Bautista Eizaguirre Santiesteban "Zigor", todos ellos refugiados en Francia y, en aquella época, protegidos por este país.

El sucesor a la presidencia del gobierno fue, por sorpresa para muchos, Carlos Arias Navarro. El ministro de la Gobernación, responsable del fracaso de los servicios de seguridad que podrían haber evitado el asesinato de Carrero, se veía recompensado por el Generalísimo con el puesto de presidente. Tal incongruencia hacia evidente la influenciabilidad de Franco, que desde hacia años el entorno doméstico se había hecho muy visible en sus decisiones.

Carlos Arias Navarro tenía toda la confianza de Franco. Había sido alcalde de Madrid durante el desarrollismo y director general de Seguridad, y su gobierno, pese a ser tratado de retrógrado, tuvo expectativas de suponer un cambio radical. Su discurso del 12 de febrero de 1974 (que dio pie al denominado “espíritu del 12 de febrero) fue una declaración sobre la política a seguir, que se antojaba relativamente liberal. Habló de una apertura “controlada”, de una participación más amplia para todos los españoles, pero encauzada en unos estrictos límites. El gobierno de Arias, osciló entre las promesas de liberalización y una violenta represión (tenía fama de represor ya que en Málaga y León, tras la guerra civil, le quedo una imagen de duro y sangriento).

Así pues, el madrileño se convertía en el segundo presidente del franquismo, aunque sólo estuvo dos años en el cargo, ya que a la muerte del Caudillo Adolfo Suárez le sustituiría.

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